lunes, 21 de noviembre de 2011

El salto de la rana


Hay gente a quien le resulta algo obsceno la celebración de ayer de los simpatizantes del Partido Popular en la calle Génova y ese salto amagado de Mariano Rajoy al poco de aparecer henchido y sonriente en el balcón de la sede de su partido. En cierta medida, seguramente tengan razón si atendemos a que se hace cargo de un país con más de cinco millones de parados, saqueado en lo económico y herido en cuanto a capacidad de liderazgo en una Europa en la que todos le miran con malos ojos. Pero deben entender que Mariano también tiene sus razones para ser feliz por un ratito. Y sus votantes a escenificar una especie de liberación interior. El saltito en cuestión no ha agradado, pero resulta un hecho inherente a un político que gana las elecciones.

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