
Hace falta que vuelva a nevar -un año más- para que recuerde de nuevo que soy un tipo afortunado. De lunes a viernes siempre tengo clase práctica de conducir, pero el pasado martes el profesor me dijo que no podía. Cuando levanté la persiana aquella mañana fui feliz. Zaragoza recibía una de las mayores nevadas de los últimos añosy yo, sin querer, me había librado de tener que conducir sobre calles de hielo. Entonces fue cuando me di cuenta de nuevo de que soy un tipo con suerte, de esos a los que les salen las cosas casi siempre bien aunque sea sin querer. Y esta vez lo fue. De todas formas, no creo en la suerte. Sólo la tengo y trato de no darle mayor importancia.