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Grada y jugadores explotan tras el gol de Abraham (Ángel de Castro-El Periódico de Aragón) |
Después de mucho tiempo, esta mañana volví a gritar un gol
con una pasión sobrecogedora. Lo hizo Abraham en el minuto 93 de partido para
permitir al Zaragoza seguir soñando con el milagro de quedarse en Primera. Ha
sido una inyección de alegría y me ha permitido disfrutar durante la tarde y
parte de la noche de unas de las cosas que más me gusta: mirar a la gente en
los goles. Ver sus expresiones de júbilo en las fotos de Javier Belver y
Alfonso Reyes, fotógrafos de As, y disfrutar con sus reacciones en los
resúmenes en la televisión. Me parece que esa es la mejor definición de lo que
es el fútbol y lo que significa. El fútbol lo hace grande cada aficionado, cada
persona. Por eso, miremos las caras de la gente.
A mí me encanta detenerme en la grada, en sus sentimientos y
expresiones. En las fotos siempre busco más allá del futbolista que corre a ese
hincha que está en la grada con los brazos en alto y el grito sostenido. Es
allí donde se reúnen las emociones y las historias anónimas que hacen de este
deporte algo tan grande. Para muestra un botón:
Uno recuerda con absoluta perfección todos los goles que han
tenido un significado especial, todos los goles grandes e importantes. No sólo
el gol en sí, sino qué sucedió e incluso lo que sintió. Podría convertir esta entrada
en una larga recopilación de narraciones y videos de goles que recuerdo como si
los hubiera celebrado hace dos minutos, pero eso sería excesivo. Así que
intentaré reducir la recopilación a unos pocos. Uno de ellos, sin ninguna duda,
fue el que hizo Andrés Iniesta frente a Holanda en la final del Mundial de
Sudáfrica en 2010. No mentiría si les dijera que he visto el video de aquel
instante repetido más de 200 veces. Y en todas ellas se me ponen los pelos de
punta. De aquel hecho histórico, circula por internet un video que me resulta
delicioso. Una recopilación de aficionados anónimos estallando de emoción
cuando la pelota toca la red:
El instante me pilló en un barco que dejaba Copenhague con
destino a Tallin. Embarcamos aquel día. Volamos desde Barcelona y en el
aeropuerto nos recogía un autobús que nos llevaría directamente al barco. Aproveché
el enlace para fumar antes de que el autobús se pusiera en camino y el
conductor, al ver la camiseta de España, inició una conversación sobre la
final. Había quedado en un bar con sus amigos daneses y deseaba que triunfara
Holanda. Le dije que ojalá no fuera así. Poco antes del partido, acudimos al
puente 10 para ver la final en la pantalla gigante que había en la zona de la
piscina. Casi no quedaban sillas y tuvimos que sentarnos en un banco junto al
borde de la piscina para poder verlo bien. En el minuto 116, mi hermano salió
disparado en una dirección. Cuando me giré a abrazarlo lo vi lejos y salí
corriendo hacia él para abrazarnos y gritarnos cosas sin sentido al oído. Acabado
el partido, acabamos en la piscina chocando las manos con unos cuantos
desconocidos y haciendo girar en el aire una bandera completamente empapada.
Diez días después, al ir a montar en el autobús que nos recogía en el puerto
para iniciar el regreso a casa, una voz me detuvo cuando me disponía a subir. “You
again…!” Y aquel conductor que me deseó la derrota me tendió la mano no sin
cierta envidia.
Hay dos tipos de goles, los que se desean y los inesperados.
Los dos producen el mismo placer, aunque puede que los segundos se disfruten un
poco más. Ha sido el caso del de esta mañana, ya que he de confesar que no
tenía ninguna fe en que llegara. Hubo otros, como aquel que inventó Nayim desde
casi la línea central del Parque de los Príncipes parisino en el último minuto
de la prórroga para convertir al Zaragoza en campeón de la Recopa. Todos en
casa aguardábamos en el sofá del cuarto de estar la tanda de penaltis y ante
semejante gol saltamos disparados. Quizá por el poco espacio que teníamos para
el disfrute de aquel momento para la historia, quizá porque calculó mal, mi
padre volvió a caer sobre el sofá pocos segundos después de haber saltado. Lo
hizo sobre una madera de su estructura y por el ruido que hizo pensamos instantáneamente
que había roto el sofá. Ya con el Zaragoza campeón, Alex, compañero del colegio
y vecino, me llamo para que fuera con él y sus hermanos a expandir nuestro
júbilo por la Plaza de España, pero mis padres desaprobaron el plan…
Para no alargarme en el relato, les resumo brevemente otros
tres instantes por los que tengo un alto aprecio.
Ayala conseguía batir la portería del Deportivo en el descuento
de un agónico partido en el que Zaragoza falló más que una escopeta de ferias.
Era la jornada 35 y el equipo salía del descenso con aquel triunfo. Lo vi en la
redacción de As con un calor asfixiante y las ventanas abiertas de par en par.
Mario Ornat lo gritó con tal potencia que dudo que no hubiera ni un solo vecino
en aquel patio de luces al que no le quedara claro que había marcado el
Zaragoza. El Zaragoza se fue a Segunda tres partidos después.
Media hora de la última jornada de la pasada Liga y Gabi
tiene una falta al borde del área. 0-0 en el marcador y más de 14.000
zaragocistas en la grada en la mayor demostración de pasión que he visto en mi
vida. También lo vi en la redacción de AS. Le di a la mesa tal puñetazo que
durante algunos minutos pensé que me había quebrado el meñique de la mano
derecha. El Zaragoza ganó 1-2 y se quedó en Primera.
Los seis más especiales. El Zaragoza le hace un set (6-1) al Real Madrid en el partido de ida de las semifinales de la Copa del Rey de la temporada 2005-2006 en un partido para la historia. Lo vi en la redacción de Equipo y lamenté profundamente no haber subido al estadio. Me encanta como celebra la gente cada gol. Más incluso como corren los recogepelotas en el quinto y sexto gol del Zaragoza. En el último, sale Mario celebrándolo puños en alto en la zona de prensa (parte inferior de la pantalla; medianamente centrado) cuando el realizador pincha un plano general de La Romareda. Dos meses después, el Zaragoza perdía ante el Espanyol (1-4) en el Santiago Bernabéu aquella Copa que mereció por juego y espectáculo.
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1 comentario:
pelos de puntas y llantos de pass, brutal imaginia una vez mas
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