domingo, 20 de mayo de 2007

Una de perros

Inconsciente y ciertamente alocado, Nicolás se encara con los perros como si bebiera un vaso de agua o incluso respirara. Es decir, una actitud completamente normal, habitual y fisiológica. La alegría que inunda sus ojos tras esos actos, en realidad esa alegría le acompaña siempre que no esté enfurruñado, es el único premio que obtiene, amen de algún que otro ladrido agresivo del can. Apenas levanta poco más de medio metro del suelo y sólo le ha dado tiempo a celebrar tres cumpleaños, por eso su actitud es aventurera ya que nunca ve riesgo alguno en todo lo que hace.
Son cosas de niños, supongo que a otros cientos les pasará, pero en este caso me llama siempre la atención sus ganas de vivir, de probar cosas nuevas y enredar una y otra vez con todo lo que le rodee en un instante concreto. Lo de los perros resulta una de esas cosas que suceden en las últimas mañanas de primavera, poco antes de que se vaya a comer y luego caiga en un profundo sueño que le haga recuperar energías. Son cosas de niño que siempre he querido pensar que todos echamos de menos. Porque aquella magia de la infancia desaparece entre cargas, trabajos y preocupaciones.

A lo mejor sería todo mucho más divertido si de vez en cuando nos plantaramos en medio de la acera y tentaramos a un perro o a un gato o a lo que fuera a ladrido limpio. A mi me haría sonreír tanto como reí hoy.

1 comentario:

María Ángeles Pérez Bescós dijo...

Lo que me sorprende es que, aunque con relativa frecuencia, hayas sido capaz de retomar el blog. A mi me está costando muy mucho. No veo el momento de volver.

Respecto al post... cada cosa tiene su momento, creo que esa etapa ya la pasamos, solo nos queda disfrutar de los que están en ella.

Ale, a seguir!

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