Felix Baumgartner hizo ayer domingo una de las cosas que más
me ha fascinado en mucho tiempo. Hay que echarle unos cuantos arrestos para
ascender por encima de los 39.000 metros y después saltar para intentar batir
un récord de velocidad jamás alcanzado por nadie que no perdiera la vida en el
intento.
Siempre creí que Felix se quedaría inconsciente durante su caída.
Sujeté esa creencia en un viaje en parapente que hice el pasado julio. El
monitor que me llevó, me explicó que mucha gente se marea en determinados giros
o movimientos (parece claro que ese no será el caso de Baumgartner).
Afortunadamente yo no sufrí ese problema, pero sí que sentí una sensación rara
al final. Cuando ya volábamos en círculos buscando el suelo me preguntó si
quería que corriéramos un poco. Sin dudarlo dije que sí y el monitor buscó una
diagonal que puso el parapente y a nosotros en paralelo con el suelo. Incluso en
ocasiones la inclinación era tal que el parapente estaba más cerca del suelo
que nosotros. La velocidad se disparó al entrar el aire de lleno en la base del
parapente y fue entonces cuando noté una extraña sensación en la cabeza por la
velocidad y los círculos, que para ese momento ya dibujábamos mucho más rápido.
No fue un mareo en sí, sino una sensación como de cosquilleo que no sabría
explicar con exactitud. Pues bien, si tenemos en cuenta que entonces iríamos no
mucho más lejos de unos 80 kilómetros por hora, no me quiero hacer una idea de
lo que sucede cuando caes al vacío a más de 1.300.
"Durante unos segundos pensé que iba a perder el
sentido", reconoció ya en tierra el hombre volador más rápido de la
historia. Pero no lo hizo pese a que durante unos momentos parecía que había
perdido el control por completo y caía dando vueltas alocadamente sin control
alguno. Felix Baumgartner venció ese contratiempo para llevar a la gloria su
locura y convertirse en el primer hombre en ser más rápido que el sonido sin
ayuda mecánica aunque él no lo notara: “No he sentido ese golpe sónico, creo
que pasa detrás de uno, estaba demasiado ocupado manteniendo el control. No
tengo ni idea de si he volado a través de la barrera del sonido", dijo.
Dicen que Baumgartner es un loco y que su atrevimiento no
tenía ningún sentido. Yo lo admiro profundamente, como siempre he admirado a
todo aquel que ha decidido dar un paso más allá de los límites conocidos. No
soy el único, ya que millones de personas no se despegaron de la televisión
para ver si el hombre supersónico era capaz de soportar el esfuerzo. Y el
esfuerzo era importante. Su aterrizaje perfecto y la aparente sencillez con la
que se desarrolló todo no debería llevarnos a engaño, Felix Baumgartner
completó ayer un ejercicio que roza lo imposible. Recuerda Alfredo Relaño en su artículo de hoy que no hace mucho los aviones se desintegraban por completo en
el momento en que superaban la barrera del sonido. Incluso hubo varios hombres
que perdieron la vida intentando hacer lo que Baumgartner conquistó ayer. Un
salto fascinante.
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2 comentarios:
80 km/hora agarrado a una cometa gigante tampoco es moco de pavo eh... :)
Algo de impresión ya daba sí jejeje
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