Albert Einstein, un tipo listo, lo definió de forma magnífica: "Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro". Anclado este punto de inicio, hablemos de la siguiente foto.
A Imaginia le llaman poderosamente la atención tres detalles:
¿Somos invencibles?
He debatido en varias ocasiones, unas cuantas, este asunto. La televisión cada vez muestra menos reparo en escupir imágenes duras, ésas que no hace mucho no superaban el corte. No hay que quedarse atrás en la carrera por la audiencia. Por otro lado, el cine, las series y otros formatos narrativos de pura ficción han evolucionado la violencia y la muerte hasta parámetros de realidad impensables hace años. Es decir, todos hemos visto morir al villano (o no) de todas las maneras que uno pueda imaginar; cómo las balas atraviesan el cerebro de un pobre infeliz a cámara lenta y menos de un metro de distancia; cómo ese coche explota saliendo el héroe ileso; cómo ese edificio se derrumba, otra vez con el protagonista sin un rasguño; cómo a aquel se le quiebran las extremidades, quedando los huesos rotos al descubierto... Hay tantos ejemplos.
El espectador ya lo ha visto todo. Y lo que es peor, parece que se ha hecho a todo. Se estrella el avión en el que viajas y uno ya aprendió en Perdidos, por ejemplo, que no pasa nada por merodear a su alrededor mientras arde. Es más, uno hasta se puede recrear en fotografiarlo (las dos fotos expuestas arriba demuestran que no fueron ni uno ni dos los retratistas). Sin embargo, no deja de asombrarme el descarado arrojo del tipo de la maleta. Su avión se ha estrellado, experiencia poco deseable, acaba de abandonar el aeroplano en llamas, ha tenido la indecencia de hacerlo con su equipaje de mano (lo que evidencia que mucha prisa por bajar no tuvo) y abandona el lugar sin importar lo que queda atrás.
Siempre me he preguntado cómo reaccionaría ante sucesos así. Sinceramente no lo sé, pero largarme con la maleta me parecería groseramente excesivo. Aunque quién sabe, los tiempos y la tecnología son capaces de alterar muchos comportamientos.
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Imagen del accidente aéreo en San Francisco. Foto: @controladores |
A Imaginia le llaman poderosamente la atención tres detalles:
- Alguien ve obligado detenerse a hacer fotos del desastre. Para colgarlas en las redes sociales, claro.
- La gente marcha con calma, como quien afronta una jornada de playa o va a comprar el diario.
- Un tipo ha bajado su maleta.
I just crash landed at SFO. Tail ripped off. Most everyone seems fine. I'm ok. Surreal... (at @flySFO) [pic] — https://t.co/E6Ur1XEfa4
— David Eun (@Eunner) July 6, 2013
Fire and rescue people all over the place. They're evacuating the injured. Haven't felt this way since 9/11.… — https://t.co/xgWDVbkOyR
— David Eun (@Eunner) July 6, 2013
Lots of activity here. Friends, pls don't call right now. I'm fine. Most people are totally calm and trying to… — https://t.co/uyVTA8Okrs
— David Eun (@Eunner) July 6, 2013
At Terminal now. Very grateful I'm ok. Thanks for all your best wishes but please do not call me right now. Will keep everyone posted.
— David Eun (@Eunner) July 6, 2013
¿Somos invencibles?
He debatido en varias ocasiones, unas cuantas, este asunto. La televisión cada vez muestra menos reparo en escupir imágenes duras, ésas que no hace mucho no superaban el corte. No hay que quedarse atrás en la carrera por la audiencia. Por otro lado, el cine, las series y otros formatos narrativos de pura ficción han evolucionado la violencia y la muerte hasta parámetros de realidad impensables hace años. Es decir, todos hemos visto morir al villano (o no) de todas las maneras que uno pueda imaginar; cómo las balas atraviesan el cerebro de un pobre infeliz a cámara lenta y menos de un metro de distancia; cómo ese coche explota saliendo el héroe ileso; cómo ese edificio se derrumba, otra vez con el protagonista sin un rasguño; cómo a aquel se le quiebran las extremidades, quedando los huesos rotos al descubierto... Hay tantos ejemplos.
El espectador ya lo ha visto todo. Y lo que es peor, parece que se ha hecho a todo. Se estrella el avión en el que viajas y uno ya aprendió en Perdidos, por ejemplo, que no pasa nada por merodear a su alrededor mientras arde. Es más, uno hasta se puede recrear en fotografiarlo (las dos fotos expuestas arriba demuestran que no fueron ni uno ni dos los retratistas). Sin embargo, no deja de asombrarme el descarado arrojo del tipo de la maleta. Su avión se ha estrellado, experiencia poco deseable, acaba de abandonar el aeroplano en llamas, ha tenido la indecencia de hacerlo con su equipaje de mano (lo que evidencia que mucha prisa por bajar no tuvo) y abandona el lugar sin importar lo que queda atrás.
Siempre me he preguntado cómo reaccionaría ante sucesos así. Sinceramente no lo sé, pero largarme con la maleta me parecería groseramente excesivo. Aunque quién sabe, los tiempos y la tecnología son capaces de alterar muchos comportamientos.
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