Laguna de Rins

Laguna de Rins (Miguel Ángel) fue un conocido y emprendedor personaje público de la noble e inmortal ciudad de Zaragoza en la primera mitad del siglo XX. Ahora apenas pasa por ser una calle de no más de cien metros de extensión. Y creo que exagero. Con ella se puede cruzar desde la Gran Vía hasta la calle Doctor Cerrada en menos de un minuto.

Siguiendo este trayecto, en el lado izquierdo se puede encontrar una agencia de viajes ahora repleta de polvo porque cerró hace ya algunos meses y que hace chaflán, un local de peluquería y estética, una tienda de Vodafone, una coqueta modista cuyo nombre no consigo recordar ahora mismo, una nueva agencia de viajes pero de mucho menor tamaño, un restaurante chino, un bar de estilo tropical, un local sin negocio en ciernes que hasta no hace demasiado fue un taller de pintura, un garito a medio camino entre el bar bien y la taberna irlandesa y una ferretería que apunta a ser de tiempos prehistóricos. Creo que acierto con el orden.
A la derecha se puede encontrar una veterana tienda de muebles que también hace chaflán pero que se extiende por un espacio bastante mayor a la extinta agencia de viajes de enfrente, una tienda de ropa como moderna de poco más de año y medio de vida, un amplio todo a cien que en su día fue una tienda de magníficos e increíbles instrumentos musicales, una especie de estudio de arquitectura (creo, al menos eso parece) de diseño modernista, un Schleker y una bar de tapas y picoteo de precios demasiado elevados al que una noche de Reyes juré no regresar jamás por un asunto que ahora no viene al caso. Creo que no me dejo nada, este lado lo domino un poco menos.
Hace poco, la mujer de mi primo me contó que iba a evitar llevar a su pequeño hijo de cuatro años (mi único sobrino por ahora, aunque sea segundo) por esa calle para evitar que le hiciera diversas proposiciones para acudir a un sitio en concreto. En un principio me hizo cierta gracia, aunque con el paso de los días, y tras un frío análisis, he descubierto que quizá me adhiera a esa propuesta. Quizá no, porque de un modo algo inconsciente en el que he caído en la cuenta hoy, llevo bastantes días evitando cruzar esas dos aceras que tan bien tengo memorizadas.Ella y yo pretendemos esquivar Laguna de Rins para evitar propuestas caducadas. Ninguno de los dos queremos tener que desviar respuestas ante una pregunta que aparecerá seguro durante esos escasos cien metros: ¿Vamos a casa de la bis? (¿Voy a casa de la abu?). Y la bis/abu recién se fue.