martes, 16 de diciembre de 2008

De hamburguesas y asesinatos


La vida aparece repleta de miles de situaciones absurdas. Lo muestra el relato que sigue. Completa y absolutamente real. Era de noche, cerca de la medianoche. No recuerdo el día exacto de la semana, pero sucedió hace ya algún tiempo. L y yo teníamos hambre; mucha, consecuencia lógica y natural de salir tarde de trabajar. Con el estómago en constante queja, nos encaminamos hacia un McDonalds que hay al lado de casa de L. Lo hicimos andando, lo que luego se convirtió en un tremendo error. Tan afortunados como siempre, el restaurante acababa de cerrar sus puertas. Tras gastar unos instantes en lamentaciones e improperios, decidimos que la única posibilidad de éxito pasaba por adentrarnos en el McAuto a pie, algo ya de por si extraño.

He parado decenas de veces con mi Ford Fiesta junto a esa pantalla con altavoces a la que le hablas y te dice que más adelante te darán tu comida. Siempre he pensado que el invento está mal hecho, es un camino demasiado pequeño, con una curva muy cerrada y encerrada entre dos paredes de piedra en la que muchos coches ya se dejaron con anterioridad parte de su pintura y algo más. Aquella noche, sin embargo, me pareció algo inmenso. En realidad, resultaba una escena la mar de ridícula. Dos personas en pié frente a una pantalla pensada para diferentes medios de locomoción. Y algo iba mal. Lo normal es que en cinco o diez segundos aparezca alguien en la pantalla, pero aquel día estuvimos cerca de un minuto. De cuando en cuando aparecía una mujer, miraba y luego se iba sin decir nada.
Pasado un tiempo, la mujer se decidió a hablar: "¿Llevan coche?". "No". "¿Moto?". "Tampoco". "Entonces no les puedo atender". Tras esa frase nos enzarzamos en una hilarante discusión acerca de lo absurdo. Había dos líneas claras de ataque: 1- ¿Qué más dará que venga sin coche si tú sigues vendiendo hamburguesas, patatas, bebidas y helados? No has cerrado. 2- ¿Por qué cerrar el restaurante si todavía tenéis actividad ahí dentro? ¿Por qué esta tontería de negarme la comida si no te voy a molestar ni manchar nada? La respuesta siempre fue la misma y giraba en torno a la mecánica del McAuto y sus reglas. No valía la comprensión, ni siquiera entraba en el ideario de Ronald McDonald el compadecerse de dos personas que, a las doce de la noche, acababan de salir de trabajar y estaban muertas de hambre. Llegados a un punto, la mujer de la pantalla desapareció sin importarle lo más mínimo y tuve ganas de ir hasta la ventanilla final para dedicarle una poesía de desamor. Abandonamos el camino contrariados justo en el momento en el que aparecía un tipo con la misma idea que nosotros pero en ventaja, llevaba un coche. Le propuse a L pedirle al desconocido que nos hiciera el favor de conseguir nuestra comida, pero no le gustó la idea y nos fuimos a casa.
Dos horas después, tras haber engullido un par de sandwiches caseros, matábamos la noche con una serie de Cuatro, 'El show de Larry David' creo que era el título. Mientras hablábamos de cosas que seguramente no importaban demasiado, el tal Larry y un compañero salieron de trabajar de noche y se dirigieron a una hamburguesería. Sucedió entonces una escena que nos era más que familiar. Sólo cambiaba el final. Larry y su amigo sí que apostaron por decirle al coche que llegaba cuando ellos ya marchaban que les consiguiera comida. Mi propuesta era darle dinero y una lista de peticiones y esperar tras la ventanilla final. La de Larry y su amigo fue la de subirse al coche. Consiguieron la comida aunque todo finalizó en una disparatada secuencia en la que el conductor resultó ser un asesino en serie al que la policía atrapó, hamburguesa en mano, junto a sus dos nuevos compañeros de cena. Vinieron luego una serie de explicaciones embarazosas ante la autoridad por parte de Larry y su amigo para defender su inocencia. Algo que al final lograron, no sin pasar algunos apuros.
He buscado la escena en Youtube, pero he sido incapaz de encontrarla. L y yo concluímos que en el fondo no había tantas diferencias si se tiene en cuenta que todos los problemas, de unos y otros, venían por la tontería de vender comida sólo a coches. Supongo que tendrán sus razones, pero cabrea que no den explicaciones, ni comida. Al menos nos alegramos por habernos librado de las garras de aquel asesino en serie que llegó después de nosotros. Aunque él sí cenó hamburguesas, lo cual no nos hizo ninguna gracia. Luego ya no sabemos si lo detendrían a la salida o escaparía para seguir dándose al mal entre parada y parada en un McAuto cualquiera...
PD: Buscando fotos en Google para decorar este post (que siempre queda mejor, je) he descubierto que en Rusia el pony es un medio de transporte válido para un McAuto. Alucino.

1 comentario:

Unknown dijo...

En esas situaciones, aunque intentes razonar, es como hablar con la pared. Me ha gustado el relato!

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...