viernes, 21 de enero de 2005

Sobre fumar y el resto de las cosas

Pero, ¿y tú por qué fumas? Me preguntas... Resulta que fumo por la misma razón por la que tú bebes un vaso de zumo de naranja todas las mañanas; por la misma razón por la que a ti te gusta frotar tus pies fríos contra las sábanas las noches de invierno; por la misma razón por la que tú, pobre insensible, compras un periódico y no otro; por la misma razón por la que a ti te gustan las canciones de los Beatles; por la misma razón por la que tú, pobre de espíritu, no vas a misa; por la misma razón por la que tú elegiste a tu novia o mujer entre miles y miles de posibilidades; por la misma razón por la que una tarde de verano decides ir a la piscina en lugar de andar un poco más para acercarte a la playa; por la misma razón por las que tú haces unas cosas sin saber por qué las haces realmente sin que nadie te pregunte un leve ¿por qué?; porque sí... Tú eres tú, querido amigo, y jamás podrás ser yo. Fumo porque me apetece y porque me gusta, no para que la gente me mire mal por la calle o me considere un ser odioso y repugnante. Hay gente que se droga y hunde su vida en un abismo infernal... Pero eso te da igual, sólo te preocupa el que yo fume como si fuera un inconsciente o, incluso, un suicida humeante.
Como final gracioso añades: Te vas a morir. ¿Quieres apostar algo a que tu también lo harás?

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Muy bien dicho! Y además, la virtud estropea el cutis: yo fumo celtas y tengo una piel envidiable.
Seguiré leyéndote ahora que te he descubierto releyendo al Cristiano Ingenuo, al que adoro.

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