miércoles, 10 de febrero de 2010

When the Saints Go Marching In



Viene esta vez una historia de perdedores con coraje. También una historia de leyendas, de tristeza, de esperanza y de pasión. Se viene además un final feliz que adelanto ya: los New Orleans Saints ganaron el domingo la primera Super Bowl de su historia. Aunque para alcanzar este punto hay que entender y conocer otros muchos anteriores en el tiempo.

Fundada en 1967, a la franquicia de los Saints le marcaron dos estigmas que les llevaron a ser ridiculizados en un primer momento y a ser amados mucho tiempo después. Todo el mundo en Norteamérica tuvo claro durante años que el de Nueva Orleans era un equipo perdedor. Sus números temporada tras temporada le dejaban en evidencia y provocaban las risas rivales. Incluso en casa la chanza corría alegremente. Y con cierta razón. En 1980, los Saints perdieron los primeros 14 partidos de la temporada. Antes de seguir, se debe aclarar que cada equipo juega un determinado número de partidos durante la Liga regular (en la actualidad 16) y, en función de los resultados, accede a los play-offs. Obviamente, aquellas catorce derrotas consecutivas no sólo imposibilitaron cualquier posibilidad de que los Saints alcanzaran la fase eliminatoria, sino que les convirtió en un equipo altamente ridículo. Bernard Diliberto, conocido comentarista local, instó a los aficionados a que acudieran al estadio con bolsas de papel en la cabeza para ahorrarse el esperpento. La idea cuajó y pronto comenzó a avistarse esta tendencia en el estadio. Tendencia que trascendería a otros clubes de la NFL y, más tarde, se convertiría en una costumbre muy arraigada entre las aficiones de cualquier deporte ante un nefasto rendimiento. Por aquel entonces, la malicia popular hizo desaparecer la S de su nombre para pasar a ser los ‘Aints’.
Lejos de la vergüenza, y pese a las bolsas de papel, los aficionados de los New Orleans Saints guardan en alta estima ciertos logros. Poco importa que el equipo tardara la friolera de 21 años en ganarse un sitio en los play-offs o tuvieran que esperar 34 hasta ganar un partido en esa post temporada, los Saints han hecho cosas que nadie logró y eso siempre permanece ante todo lo demás. Tom Dempsey sorprendió una tarde de 1970 con un field goal (patear y colarla entre dos palos) de 63 yardas. Jason Elam, de los Broncos de Denver, igualó en 1999 el chut. Acertando, se sobrentiende. Aún hoy no ha habido jugador capaz de superar esa marca que toda Nueva Orleans guarda en un lugar privilegiado de su memoria colectiva. Otra: en 2002 los Tampa Bay Buccaneers competían bajo la distinción de vigentes campeones. Los Saints les ganaron en ambos partidos de liga regular, convirtiéndose así en el segundo equipo de la historia en dibujar tal hazaña.
Otro instante fundamental que jamás olvidarán las gentes de Nueva Orleans será el 25 de agosto de 2005. Ese día, tocó tierra en la costa de Louisianna el Huracán Katrina. Lo hizo convertido en un monstruo de categoría 3 que, pese a desviar su trayectoria en el último instante, arrasó buena parte de Nueva Orleans. Fueron tiempos duros para sus gentes y el equipo no pudo esquivar el golpe. Durante más de un año tuvo que competir como local en estadios ajenos y completó campañas terroríficas. Ajeno a la tragedia, Tom Benson, propietario de la franquicia, planeó meterse en el bolsillo la franquicia para llevarla a otros lugares con mayores posibilidades de rentabilidad económica en aquel momento. San Antonio podría ser un buen lugar, pensó.
En América, un país con la emotividad sobredimensionada, no hubiera estado bien visto una huida hacia adelante como aquella y quizá por eso la NFL impidió que Benson realizara tal movimiento. Puede que los Saints fueran unos perdedores, que jamás llegaran a ganar una Super Bowl como muchos vaticinaron durante años, pero pese a todo Nueva Orleans adoraba a su equipo y sería un golpe demasiado, en el peor momento, quitarles a sus Santos.
El 25 de septiembre de 2006, es la penúltima fecha a recordar. Tras una reforma de 185 millones de dólares en tiempo récord, el Superdome de Nueva Orleans recibía a los Saints con 70.003 pares de brazos abiertos. No fallaron en tal emotiva cita y aplastaron a los Atlanta Falcons 23-3. Con el miedo todavía instalado en la habitación de al lado de cada casa de la ciudad, la gente se volcó con el único motivo de alegría y orgullo que parecía quedar. Desde aquella temporada y hasta hoy, de momento, si usted quiere ir a ver un partido de los New Orleans Saints lo tiene harto complicado. Un pueblo en ruinas, sin recursos e iniciando de nuevo las vida que tanto le había costado modelar, agota las entradas de toda la temporada antes de que ésta se inicie. Sin excepción.
Este dato permite hacerse una idea global: los Saints son algo más que un equipo, algo más que aquel emotivo “Saints are coming” que cantó Bono con su U2 tras el Katrina, más que un equipo sin posibilidades ni motivos para creer. A los Saints les protege ese himno generacional del jazz de la ciudad de Lousiana, esa canción que define la cultura musical de un país entero. Ese ‘When the Saints Go Marching In’ en el que se basó el congresista Hale Boggs para dar nombre a la franquicia que anunció la NFL el 1 de noviembre de 1966 (día de todos los santos) acompaña cada día, en cada partido, a los Saints. Incluso el pasado domingo, cuando en su primera aparición en el partido definitivo, los New Orleans Saints le levantaron al título a los Indianapolis Colts del legendario Payton Manning. Y eso que les dijeron una y mil veces que nunca serían campeones…
PD: La instantánea de arriba capta uno de los momentos de alboroto el día de la reapertura del Superdome en 2006.

Para los interesados, un resumen del partido:

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