jueves, 5 de enero de 2012

Adiós al Patito Feo

Leo Ponzio se ha ido del Real Zaragoza. Se marcha al otro equipo de su vida, River Plate, para ayudar con el fútbol que aún le queda en el vergonzoso reto de jugar en la B. La situación no es nueva para él, ya regresó al Zaragoza en enero de 2009 para levantar al equipo aragonés de Segunda a Primera. En aquel tiempo, como tantas otras veces antes y después, fue pieza imprescindible y culminó una temporada tortuosa con un gol en el partido que significó el regreso del Zaragoza a la élite ante el Córdoba.



Para entonces Leo ya era un jugador de jerarquía. Rol distinto al que se le otorgó a su llegada en el verano de 2003. Con cara de niño asustadizo, pasaba por ser el Patito Feo de un quinteto de fichajes en el que destacaban David Villa, Gabi Milito, Savio y Álvaro Maior. Poco se sabía del jugador menos mediático para una campaña en la que el Zaragoza estaba obligado a volver a hacerse fuerte en Primera tras pasar el año anterior en el infierno de la categoría de plata. Pronto se destapó como un futbolista todoterreno, un hombre tan poderoso como esos que cubren de brea las carreteras los mediodías de agosto.

                                                                  Foto: Tino Gil (www.realzaragoza.com)

Durante su estancia en Zaragoza se podría decir que jugaron Ponzio y diez más. Su sacrificio y entrega siempre fueron ingredientes obligados de cada alineación. Participó en cosas importantes, como aquella Copa del Rey para la historia que el Zaragoza le birló por la puerta de atrás del descuento al Madrid de los Galácticos, que prácticamente esperaban recibir el trofeo a las puertas de su autobús antes de iniciar el partido. De aquella noche formidable en Montjuic queda una anécdota deliciosa. Javi Hernández, periodista por entonces del Heraldo de Aragón (si no recuerdo mal), disfrutó en las butacas reservadas para la prensa. En el rato que le quedaba entre satisfacción y satisfacción, escribía sus líneas para la edición del día siguiente. Confirmada la gesta, Javi abandonó el ordenador y todos sus bártulos en aquella tribuna sin cargo de conciencia y se lanzó hacia el césped embargado por la emoción. Javi no tiene brazos, pero sí un afán y un coraje superior al de los dioses. Su acreditación no le permitía acceder al césped, pero en un par de intentos supo burlar a la carrera al guardia de seguridad para dar la vuelta de honor con los jugadores. Un futbolista suele guardar las camisetas que emplea en partidos como éste para su baúl de recuerdos. Sin embargo, Leo se la quitó y se la colocó encima a Javi en cuanto lo vio. Y ambos compartieron la vuelta de honor. Recuerdo haber visto una foto en la que salen ambos, Javi con la camiseta de Leo a modo de disfraz, borrachos de emoción. Poco después, Javi le devolvió la camiseta, quería que Leo la guardase en su baúl.

Leo Ponzio siempre fue un tipo amable y de corazón enorme. Nunca le vi un mal gesto ni una mala acción. En lo que a mí respecta, jamás puso pegas a cualquier tipo de pregunta o entrevista y siempre respondió con el corazón. Una vez, con motivo de sus 150 partidos en Primera, disfrutamos de una interesante charla y nos echamos unas risas a costa de la foto que Javier Belver le hizo para As. Para ella pedimos un balón y con algunos reparos, una persona del club nos lo dejó no sin antes advertirnos de que tuviéramos cuidado y que lo devolviéramos en breve. Colocamos tres velas para que Leo soplara por esos 150 partidos y, pese al cuidado, el balón se pinchó…

La última vez que hablé con Leo fue en diciembre, justo antes del partido ante el Sevilla. Andaba yo preparando un reportaje con él, Paredes y Lafita, los tres jugadores que quedaban de la anterior etapa de Marcelino, que aquel domingo regresaba a La Romareda. Ahora sólo quedan dos. Quedaría bien decir que ya se le veía distraído o con la cabeza en su Argentina querida, pero no fue así. No le vi diferente a otras veces.

Hay quien considera su marcha como alta traición, como si se estuviera escapando del Titanic ahora que todavía queda hueco en los botes. Personalmente, dudo mucho que sea así. Ciertamente, resulta una jodienda que Leo se vaya ahora por lo representa en el vestuario y lo que podía llegar a dar en el campo (y que hace días no daba por la razón que fuera, seamos realistas). Aunque hay siempre miles de aspirantes, no existe el jugador capaz de morir por unos colores. Pese a ello, Ponzio está más próximo a la definición de jugador de club que el 95 por ciento de esos aspirantes recién mencionados. Quizá en su caso, la pregunta no debería ser si nos está dejando tirados o no. Más bien debería formularse si tiene legitimidad moral para hacerlo. Leo siempre lo dio todo por el Zaragoza, le sacó de mil y un apuros y regresó de la Argentina a la que ahora se vuelve para elevar al equipo a Primera de nuevo. Se va el segundo extranjero con más partidos de la historia del club (246). Se va un hombre, un guerrero y un zaragocista. Y se va con toda la razón, cansado de mantener con vida a un Zaragoza empeñado en derrumbarse.

Suerte Leo.

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