martes, 3 de enero de 2012

Suerte Manolo


Si tuviera que pedirle un deseo a este 2012 que acabamos de estrenar, sin duda sería la permanencia del Real Zaragoza en Primera División. No acostumbro a ser pesimista, pero no tengo muchas esperanzas depositadas en esa ilusión. Resulta más que nada una aplastante lógica matemática. Obrar el tercer milagro consecutivo resultaría poco probable estadísticamente hablando. Posible, sí, pero tengan en cuenta que no existe nadie que pueda vivir eternamente sobre el alambre. Tarde o temprano llega un despiste, uno se duerme o, simplemente, se queda sin fuerzas. Ya les sucedió a equipos como el Rayo Vallecano, la Real Sociedad o el Valladolid en la última década.


En ese periodo, el Real Zaragoza casi siempre jugó con una navaja apretando su garganta. Ahí se fue dos veces al vació y en al menos cinco estuvo bastante cerca de despeñarse. Ahora, cada vez más, juegan en su contra las fuerzas. El desgaste al que le ha sometido Agapito Iglesias durante los últimos cinco años y medio ha dejado vacía la hucha y un vestuario escaso de talento. Dos condicionantes sobre los que explicar el continuo naufragio. El problema es que esa herida cada vez es más grave, y esta vez parece tener difícil solución.

Agapito se ha regalado un nuevo entrenador estas Navidades. El octavo desde su desembarco en junio de 2006. Lo ha hecho además a su estilo, dejando correr la semana de vacaciones de la plantilla para largarlo justo el día antes de que los jugadores volvieran a entrenar. ¿Para qué ganar nueve días? debió preguntarse. En realidad no perdió nueve días, sino muchas semanas. Tantas como veces dijo Javier Aguirre que estaba con fuerzas para guiar el barco a ninguna parte. Completado el relevo, Agapito ha decidido también hacerse a un lado y que otro ponga la cara. Yo lo tomo como un nuevo malabarismo. Sigue siendo el presidente y dueño de las acciones, y por mucho que los recién llegados tengan plenos poderes, la pelota sigue siendo del soriano y no lo veo prestándosela para que jueguen.

Foto: www.realzaragoza.com

Ajeno a esa negociación de poderes, Manolo Jiménez tiene ante sí el reto que antes ya completaron José Aurelio Gay y el propio Javier Aguirre la temporada pasada. Su llegada ha causado buena impresión. En realidad todas las llegadas de nuevos entrenadores generan ilusión. El discurso cambia, los entrenamientos en la Ciudad Deportiva y la actitud de algunos jugadores también y hombres a los que antes no les poníamos cara comienzan a hacerse habituales. Es un ciclo normal dentro del fútbol. Pero con buenas palabras y mejores sesiones a veces no basta. No creo que Manolo Jiménez sea una elección desacertada, tampoco creo que sea un excelente entrenador. Realmente no creo nada. Lo único que me preocupa es que tenga fútbol y suerte, que en el fondo es lo único que le puede ayudar a salvar el marrón.

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