Ricky of the year

Ricky, tras el draft. (NBA/Getty Images/Nathaniel S. Butler)

Por Fernando Muñoz

Me incluyo en el grupo (muy numeroso, por cierto) de los que creían que la aventura de Ricky Rubio en la NBA seria corta y poco fructífera. Sólo había que mirar al pasado y ver como Raúl López y Sergio Rodríguez, tan llenos de talento como faltos de músculo, pasaron desapercibidos y apenas pudieron mostrar destellos de toda la clase que tenían dentro. Y es que ser base no americano en la NBA sólo esta reservado a unos pocos elegidos. 

En una liga donde cada vez prima más el físico sobre el talento, tanto Raúl (al que las lesiones martirizaron constantemente) como Sergio, nunca llegaron a asentarse. Tuvo que ser José Calderón el primer español en triunfar en la posición de 1, con una mezcla de talento natural y trabajo muy duro, que finalmente le han llevado a ser uno de los bases más respetados de la competición y a firmar un gran contrato con los Raptors. Aunque no fue flor de un día, ni mucho menos.

Lo de Ricky es otra historia. Siempre acostumbrado a ser el mejor jugador del mundo de su edad en todas las categorías, nunca tuvo problemas en mostrar su precocidad, y con tan sólo14 años debuto en la ACB, llegando a formar un dúo letal con Rudy Fernández en el DKV Joventut. Drafteado en el año 2009, su nombre en Estados Unidos ya sonaba con fuerza como uno de los grandes talentos del viejo continente (Y más tras su actuación contra Jason Kidd y Chris Paul en la final de los Juegos Olímpicos). Finalmente y contra todo pronostico, decidió esperar a dar el salto y seguir formándose en el FC Barcelona, una decisión que todavía a día de hoy no se sabe si fue acertada. Y es que esta ha sido precisamente su peor etapa como profesional. Su progresión se detuvo casi por completo, quizá excesivamente encorsetado por las pizarras y la excesiva responsabilidad que había adquirido tras conocerse el precio de su contratación. Todo hacía indicar que necesitaba un cambio. Y el cambio finalmente llego.

Para triunfar en la NBA, además de talento, hay que tener una buena dosis de suerte, y es indudable que Ricky la ha tenido. Sobre todo, porque ha ido a parar a un equipo ideal en una situación ideal. Una plaza menor, Minneapolis, sin ninguna responsabilidad en cuanto a resultados inmediatos, sin un base asentado contra el que competir y en plena reconstrucción a base de gente joven y con talento. Exento totalmente de responsabilidad anotadora (la cual recae casi por completo en el casi seguro All-Star Kevin Love), Ricky puede centrarse en correr, asistir y maravillar al espectar con su increíble manejo de balón. Y es que desde el primer día, Ricky ha tenido todo a favor: compañeros, rivales, prensa, afición… Con menos de un tercio de la temporada jugada, ya es un símbolo para su equipo. Sólo hace falta ver la pagina web de los Timberwolves.

Da igual que arrastre un discreto 34% en tiros de campo o que encadene noches de tan sólo 4 de 16 tiros de campo anotados. Su estilo de juego le hace aparecer día si y día también en las mejores jugadas de la NBA, y eso es con lo que la gran mayoría de los aficionados se queda. Más allá de los fríos números, su inicio de temporada es sensacional, jugando increíblemente bien los balones decisivos, levantando a la grada, liderando al equipo... En fin, lo que más les gusta a todos los fans de este deporte.

Muy probablemente, este año no anotará 30 puntos como pueden hacer jugadores de su promoción como Kyrie Irving, Marshon Brooks o Kemba Walker, ni será rookie del año, ya que el mencionado Irving hasta el momento esta a un nivel inalcanzable, pero probablemente el año de debut de estos jugadores quedará oscurecido por el de Ricky, que se ha metido a toda la liga y a todo el país en el bolsillo desde el primer minuto de juego. Como dijo Pau Gasol el otro día: “Este es su año, Ricky of the year“.

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