lunes, 25 de junio de 2012

Una Eurocopa en el pasado




Todo el mundo con el que hemos tratado el asunto desde que llegamos a Gdansk el 10 de junio dice lo mismo: no se puede celebrar una Eurocopa como ésta jamás. Hay varias razones interesantes: las distancias entre sedes son enormes (por poner el ejemplo de España, de Gdansk a Donetsk hay más de mil kilómetros); muchas ciudades/alojamientos/personas no están preparadas para este evento; el transporte deja bastante que desear; no existe una buena combinación de vuelos para facilitar la llegada de aficionados; es un trastorno viajar a un país en el que estás obligado a manejarte con otra moneda y luego pasar a otro en el que usar una nueva moneda diferente al euro; no mucha gente sabe inglés…

Pese a ello, tanto Polonia como Ucrania han tratado de adaptarse para dar la talla en esta cita. Los polacos sí que lograron a mi juicio el aprobado como ya les relaté en una entrada anterior. Por infraestructura y organización golean a Ucrania (al menos en la parte que nosotros conocemos o que hemos vivido). Al margen de unas infraestructuras más que anticuadas, en Ucrania muy poca gente habla inglés, lo cual supone un problema mayúsculo tanto a la hora de reservar alojamiento como en tareas más cotidianas como pueda ser el comer en un restaurante.


No tenía muy buenas sensaciones con respecto a Ucrania. Y por el momento he de reconocer que estaba equivocado. Hay gente malcarada y con intención de engañarte como sucede en todos lados, pero también existe gente amable dispuesta a ayudar ante cualquier inconveniente. Uno de nuestros grandes problemas fue el alojamiento. Una vez confirmado que España jugaría ayer en Donetsk, apurados por las prisas (nos esperaba un viaje de 34 horas en el que no tendríamos acceso a internet), acabamos reservando dos noches en un hostal que no tenía muy buena pinta.


Aunque no lo parezca, dentro de esa especie de casetas de obra apiladas, había habitaciones, pequeñas y muy calurosas, a razón de casi 200 euros la noche (en nuestro caso a dividir entre tres). Superados los cuartos de final, tocaba buscar acomodo en otro lugar. Unos amigos de Santander nos recomendaron una web en la que alquilaban apartamentos. Reservamos uno que en plano aproximado de situación aparecía en el centro. Al final resultó ser unos cuantos kilómetros más allá, cerca de las afueras de Donetsk (sólo te dicen la dirección real cuando formalizas la reserva). Visto el engaño, decidimos cancelar la reserva y acudir a una residencia de estudiantes de la Universidad de Donetsk muy céntrica y bastante correcta, que nos salía mejor de precio y nos evitaba tener que depender siempre de un taxi. Ya instalados, me llamaron hasta dos veces del apartamento inicial. Resulta que no estaba disponible el que reservamos y nos querían cambiar a otro en el que sólo había un pequeño inconveniente: el dueño no quería irse y viviría con nosotros. De locos.

Por lo demás, Donetsk también tiene cosas agradables. Hay una gran variedad de opciones a la hora de comer y los precios son muy asequibles. Ayer comimos bastante bien en un italiano que tiene esta carta de precios.


Para hacer el cambio a euros dividan por 10 (o muevan la coma un número a la izquierda). Tuvimos algunos leves problemas de comunicación, pero estuvimos de maravilla.




Hoy iremos a un local que había justo debajo en el mismo edificio. Un autoservicio que parecía tener buen aspecto y variedad pero que nos intriga un poco por la pegatina que tiene en la puerta en la que se anuncia la prohibición de entrar con perros, entrar fumando y entrar con… pistolas.

Por lo demás, disfrutamos de varias rutinas y costumbres: Hace calor, mucho calor y la humedad es su eterna compañera, lo cual hace que lo pases mal si estás más de 5 minutos andando por la calle; bebemos cerveza templada (nunca fría; a veces caliente) servida en botellas de medio litro que al cambio nunca llegan al euro; saludamos a los coches que pitan por la calle cuando descubren que somos españoles; negociamos de mala gana con los taxistas que siempre empiezan pidiendo más del doble que de lo que al final acabas pactando; y como ya sucediera en Gdansk nos hemos hecho miles de fotos con desconocidos. No mentiría si dijera que el sábado antes del partido nos retratamos más de doscientas veces en el paseo que lleva al estadio.

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