domingo, 3 de junio de 2012

Siete días


Dentro de una semana llegaremos a Gdansk y veremos el partido de la fase de grupos que más me apetece: España-Italia. Será la culminación de un largo proceso de preparación que me tiene bastante hartito la verdad. Armar un viaje de estas características siempre requiere de una buena dosis de paciencia, pero en este caso la concatenación de problemas y contratiempos ha sido norma habitual. Y eso acaba con cualquiera.

Todo arrancó a finales de febrero del año pasado, cuando decidimos que queríamos ir a la Eurocopa de 2012. En marzo de 2011 solicitamos entradas en la página de la UEFA y en abril nos comunicaron que éramos afortunados. Teníamos entradas para todos los partidos de España pero hasta diciembre estuvimos con las manos atadas. Hasta que no supiéramos si la selección iba a jugar en el grupo B o C no podíamos reservar nada. Las opciones eran Gdansk en Polonia o Kharkiv en Ucrania. Estaba claro que nuestra preferencia era la primera, no sólo por tener playa, también porque había que jugar a Willy Fog para llegar hasta Kharkiv y el tema del alojamiento era una cosa de locos... Al final, tras sufrir gran tensión y soportar a un presentador que no sabía qué significaba que Holanda hubiera salido primero, el sorteo situó a España en Gdansk. Al menos algo de suerte tuvimos.

Activamos entonces el operativo logístico que ya habíamos estudiado semanas atrás. Mantuvimos la reserva que ya habíamos hecho (tentando a la suerte, porque ya se sabe que en estas cosas al final sucede lo contrario) de un apartamento en Gdansk y cogimos un avión que con escala en Riga nos llevaba a Polonia en horarios y combinación excelente.

Llegados a este punto, les aconsejaré que nunca manejen la idea de volar con Air Baltic y les diré que algunas personas que alquilan apartamentos en Gdansk son odiosas. Por partes, a los meses, nuestra compañía aérea nos comunicó que dejaba de volar a Gdansk, con lo que nuestro enlace Riga-Gdansk ya no tenía ninguna validez. Las opciones pasaban por buscar otra alternativa de vuelo entre sus conexiones o cancelar todo, que fue lo que hicimos ya que sin poder volar a nuestra ciudad polaca en la costa no tenía sentido el resto del viaje. Al menos tuvieron la amabilidad de devolvernos con diligencia el dinero. El resultado final es que volamos con Lufthansa a Berlín (que también nos ha comunicado cambios en el aeropuerto de llegada, horarios e incluso en el nombre del vuelo, haciendo saltar mi corazón cada vez que recibía un correo o llamada suyos) y desde Berlín pasaremos ocho apetecibles horas en un autobús que nos dejará en Gdansk a las 6:30 de la mañana. No me apasiona en absoluto, pero en su momento era la opción menos desagradable...

A una hora que todavía desconozco, podremos acceder a un apartamento que ya no es el que reservamos a finales de noviembre. Ese ahora lo ofertan por el triple de lo que pagamos nosotros en su día y quizá por esa abultada razón un día recibí un escueto email que decía algo así: 'Lamentamos comunicarle que el apartamento que usted reservó no está disponible (nunca me han querido explicar el por qué...). Le alojaremos en uno de calidad y ubicación similar'. Ahí queda eso. Después de cruzarnos varios correos, no conseguí que nos devolvieran el nuestro por muchos cabezazos que di con la pared, pero al menos no hemos salido perdiendo. Vamos a otro con muy buena pinta y que tiene los servicios por lo que pagamos en el primero como wi-fi y demás. O al menos eso espero...

Allí pasaremos diez días antes de afrontar una nueva aventura: cruzar a Ucrania. De esa no sé cómo saldremos. Apuraremos todo el tiempo que podamos en Polonia por la razón que explica esta captura de pantalla (a dividir entre tres, lo que tampoco hace amainar el chaparrón):


Aunque no lo crean, estas son las opciones baratas para los seis días que calculo que España pasará en Donetsk, donde jugará cuartos y semifinal tras ser primera de grupo. El optimismo que nunca falte. Para este problema todavía no tenemos solución, pero eso ya se lo iré contando sobre la marcha cuando llegue el momento.

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